Tal vez la gente se quedó con “sabor a poco”, que se podía esperar un poco más de una final que se resolvió en poco más de una hora y que los “príncipes” dominaron desde el minuto uno.
1-0, 2-0, 3-0, 4-0… y “esto qué es, no vinieron Juan y Bela”, se preguntó el hombre en la tribuna mientras se preparaba otro “matecito”. Gritos y silbidos de algunos espectadores, como queriendo manifestar su descontento y buscando la reacción de unos “desconocidos” números 1. Y en parte lo consiguieron porque de ahí en más el encuentro fue más igualado aunque sin grandes lujos.
El 6/2 sorprendía y máxime por las grandes dificultades que habían tenido Lima-Mieres en todos los partidos de las rondas anteriores.
Salieron muy fortalecidos mentalmente, no se apartaron del guión, presionaron y mantuvieron en el fondo a Juan y Bela.
En el segundo set, se pudieron ver puntos más largos, disfrutar un poco más del juego, y el partido ganó en emoción cuando los números 1 levantaron un 0-40 en el octavo juego que hubiera sido decisivo.
Pero no pasó mucho tiempo, apenas dos juegos después Juani y Pablo conseguían la rotura al servicio de Juan Martín y tras el descanso Lima sacaba para el título. Fue el mejor momento de Díaz-Belasteguin, porque como es habitual reaccionaron, consiguieron el único break del partido y forzaron el tie break.
Era como estirar la agonía unos minutos, porque nuevamente en la “muerte súbita” los príncipes fueron superiores, no repitieron errores y se llevaron la mejor recompensa de Mendoza.

Textos: Oscar Solé
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